¿Te has preguntado últimamente si
tienes material para ser un maestro de ladrones? Yo lo hice, lo hago y lo haré
siempre. Estaba sentada en la camioneta, como todos los días. Miraba la hora con
ganas de ser yo la que llevara ese transporte a su destino con mayor rapidez.
Una señora ya pasada de edad se sube; no puedo evitar que cierto pensamiento
travieso ronde mi mente: ¿Acaso no estaba yo siendo una simple ratera más? Le
estaba arrebatando a esa pobre señora algo que ella necesitaba y yo no. Vi los
minutos pasar y a la señora seguir de pie, fue entonces cuando decidí
levantarme y cederle el puesto. Le robé una sonrisa a la señora, le sobraban un
par y me la dio; sin querer pero con gusto. Desde entonces tengo una “misión
secreta”, siempre que pueda buscaría sentarme para que esas personas tuvieran
un puesto seguro.
Un simple ladrón, incluso cuando no
ejerce la mejor profesión, sigue siendo un humano cuando conserva algo de moral
en él; pero eso es algo que también puede aplicarse a la inversa: una persona cualquiera, al perder su moral,
pierde su humanidad. Cada vez que pasamos al lado de una persona en apuros o
nos reímos de la desgracia de alguien, nos parecemos un poco más a eso que
tanto llegamos a juzgar. ¿Hasta qué punto podemos llegar, escudándonos en
excusas vagas como “Yo no le hago daño a nadie”? De pedazo en pedazo vamos
perdiendo lo que nos vuelve humanos y nadie hace nada por detenerlo.
Algo así,me gusta como piensas...
ResponderEliminarDisculpa la tardía respuesta, muchas gracias.
Eliminar