Había una vez una arepa pelá y una joven Maritza Sayalero, ambas compartían algo: representaban un país. Mientras una reunía a toda una familia en ese ritual de cocina, la otra emocionaba a otro grupo de gente que hinchada exclamaba “¡Tenemos la mujer más hermosa del UNIVERSO!”.
Pero todo cuento de hadas tiene su fin, y este sueño del perfecto tricolor llegó también a un abrupto desenlace. Duque dice: “(…) la gente hoy está orgullosa porque cree (como millones de nosotros) que ESA MIERDA que nos estamos comiendo a diario son arepas.” y de repente ya no nos sentimos tan orgullosos de nuestra “arepa de cada día”. Un comentarista cualquiera, en una página de noticias cualquiera comenta: “Muy triste que para hablar bien de Venezuela haya que recurrir a algo tan banal como la belleza, cuando es un país con graves problemas por resolver: el primero, la escasez de alimentos” y también las siete coronas universales pierden su sabor.
Pero todo cuento de hadas tiene su fin, y este sueño del perfecto tricolor llegó también a un abrupto desenlace. Duque dice: “(…) la gente hoy está orgullosa porque cree (como millones de nosotros) que ESA MIERDA que nos estamos comiendo a diario son arepas.” y de repente ya no nos sentimos tan orgullosos de nuestra “arepa de cada día”. Un comentarista cualquiera, en una página de noticias cualquiera comenta: “Muy triste que para hablar bien de Venezuela haya que recurrir a algo tan banal como la belleza, cuando es un país con graves problemas por resolver: el primero, la escasez de alimentos” y también las siete coronas universales pierden su sabor.
¿De
qué sirve entonces enorgullecernos por nada cuando probablemente simplemente
sea solo el maquillaje que le echamos a la asquerosidad de país que tenemos? La
arepa ya no es arepa sino un polvo que incluye hasta la tusa del maíz. Las
misses ya no son representantes de la belleza venezolana sino un estuche plástico
vacío, más plástico que nada, que solo sirven como entretenimiento. Por cierto,
¿recuerdas esa hermosa canción que decía “Yo me quedo en Venezuela, porque yo
soy optimista”? Su autor, Carlos Baute, puso pies en polvorosa hace mucho.
Además, para rematar, nuestra querida bandera tricolor probablemente no tiene su origen en el oro, el
mar y la sangre derramada.
Parece
innecesario este constante boicot hacia todo lo que un día creímos propio,
motivo de alardeo. ¿Qué es lo próximo? ¿Chocolate venezolano falso? García
Márquez decía hace 31 años: “(…) creo que los europeos de espíritu clarificador
(…) podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos.” Yo digo
que después de toda la autoflagelación que nos infligimos los venezolanos
últimamente, son otros los que necesitan cambiar su forma de verse. O por lo
menos deberíamos si no queremos dejar a nuestro país solo.
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