- No puedo dormir.
- ¿Quieres un cuento?
Puedes estar tú con animalitos
- ¡Sí!
Hubo una vez, hace no mucho tiempo, cuando las cosas eran más
simples y las fantasías podían volverse realidad, fue en ese momento que una
chica aparentemente común con un secreto extraordinario tuvo esta maravillosa
aventura. Todo comenzó de esta manera, o por lo menos eso dicen los que conocen
su historia. Nadie está seguro de dónde ocurrió exactamente, algunos dicen que
fue en el zoológico ese que solía ser tan popular mientras otros sostienen que el
circo había pasado por la ciudad. En lo que todos concordaba, pero ninguno admitía,
es que si querías conocer animales pésimamente tratados era allí donde debías
ir.
Ese día todo parecía ir normal, muchas visitas y el dinero
fluyendo con velocidad, ¿qué más se podía pedir? Los fines de semana hacían muy
felices a los dueños del zoológico (o circo, depende de quién te lo cuente). Lo
que ellos no sabían era que entre esos visitantes había una chica, Sophia su
nombre, que veía más allá de las risas y la diversión. Caminaba entre los
animales dolida con esa devastadora visión. No muchos saben los cuidados que
necesita cada especie y definitivamente un veterinario ético no se encontraba
en la lista de contratados. Animales grandes con poco espacio, alimentación
nada balanceada, insuficiente agua. Era una tortura por la que muchos pagaban
para ver sonrientes.
Esta no era la primera vez que tenía que “disfrutar” del
espectáculo, pero sí era la última. Finalmente su plan estaba listo y esa noche
lo pondría en práctica. Tenía todo lo que necesitaba en el bolso, los supuestos
guardias no desconfiaron de ella, sólo debía asegurarse de permanecer bajo
perfil, sin atraer más miradas de las deseadas. No hacía esto por
reconocimiento, era algo más grande que ella. Siguió caminando, esperando,
quería tener una forma de comunicarle a los animalitos que ya el fin estaba
cerca.
- ¿Y cómo lo logro?
- Ten paciencia.
Cuando ya faltaba poco para la hora del cierre, entró al
baño. Sus continuas visitas le habían enseñado que los baños sólo se limpiaban
dos días a la semana y ese no era uno de ellos. Transcurrió una larga media
hora antes de saber que ya era el momento, todos debían estar fuera. Su primera
tarea era sencilla, conseguir evidencia. Sacó una cámara con la que se dedicó a
tomar fotos y videos. Llamar deplorable a la forma de descansar de esos pobres seres
era un eufemismo. La gente tenía que saber la verdad, o mejor dicho debían
verla en crudo, para que no pudiera ser ignorada, sólo con el entendimiento el propósito
se vería realizado.
Mientras tomaba las pruebas que necesitaba, se acercó a la
jaula de los monos (que parecía más bien una jaula de pájaros). Tomó una foto
cuando una voz repentina la sorprendió.
- Pudiste avisar, generalmente intento posar.
Viendo a todos lados su corazón comenzó a latir con mucha
fuerza.
- ¿Hola? ¿Quién está allí?
- Perdón, eso fue inesperado. Hola, mi nombre es Chimp.
Un pequeño mono capuchino se posó en la barra de su poco
apto hogar, justo frente a la chica viéndola a los ojos.
- ¿Qué clase de broma es esta? No me parece nada gracioso.
Lo primero que pensó fue que, a pesar de sus precauciones,
la gente del circo (algunos dicen zoológico) se había dado cuenta de su
estrategia y buscaban asustarla a cambio. Sí, probablemente eso era, la
alternativa era impensable.
- No soy ninguna broma, a menos que consideres gracioso que
me llamaran Chimp cuando es obvio que no soy un chimpancé.
A pesar de su desconfianza, no pudo evitar sonreír, nunca se
le ocurrió estar hablando con un mono de ese tamaño y que adicionalmente fuese
tan sarcástico.
- Quizás debieron llamarte Latte, queda mejor con tu raza, y
con tu personalidad.
- Sabía que no me equivocaba contigo, tu cerebro es más
interesante que el de muchos humanos que pasan por acá. Todos hablando de lo
tierno que soy o lanzando dulces.
- ¿Se supone que debo creerme que eres un mono que habla?
Quizás seas una nueva atracción, un robot o algo así.
- Claro, Capuchino300X, ¿no? Suena más lógico.
- Creo que el cuento
ha funcionado.
- No me he dormido, no
podemos dejar a los animales así, si ellos no duermen tú tampoco, sigue.
- Ok, ok.
- Capuchino300X, próximamente en su juguetería más cercana.
Yo creo que serás un éxito entre los niños, ¡eres tan tierno! – Dijo burlonamente
Sophia.
- Me retracto de lo que dije, sí me equivoqué contigo. ¿Se
puede saber por qué nos tomas fotos? ¿O por qué visitas tanto este lugar cuando
claramente no te gusta?
- Estoy en una misión, Latte, voy a ayudarlos.
La miró con comprensión mientras ella se preguntaba por qué
le contaba eso a un posible robot espía. El simio lucía agradable, su intuición
le decía que estaba de su lado, esperaba no equivocarse.
- ¿Sabías que cada cierto tiempo hacen una ronda los
vigilantes? Uno de ellos está por venir, deberías ocultarte.
- ¿Qué? ¿En serio?
Un haz de luz a su espalda le confirmó que las palabras del
pequeño eran ciertas, corrió a cubrirse detrás de una cartelera informativa.
Después de ver la espalda del guardia y asegurarse que no regresaría, salió.
- Creo que me acabas de salvar el pellejo, muchas gracias.
- Me causa curiosidad tu misión, pero creo que tienes muchos
puntos ciegos que sólo alguien interno te puede iluminar.
- No mucha gente está dispuesta a arriesgar su trabajo si no
hay dinero de por medio.
- Yo puedo ofrecerme, si quieres. El dinero no me sirve de
mucho. Las tiendas tienen esta extraña política de aceptar únicamente compras
realizadas por humanos. Intentar explicarles que somos parientes no es fácil.
- Te puedo ofrecer bananas, sé que son las favoritas de
ustedes.
- Por muy tentador que suene, debo rechazarlo, pero gracias.
Al final de todo, quiero mi libertad, yo decido a dónde irme.
Pensó un momento, el mono tenía razón, con alguien manejando
esos detalles no públicos su cometido tenía mucha más esperanza.
- Está bien, es un trato.
Eso fue todo lo que necesitó para actuar, con un movimiento
veloz de su parte la jaula estaba abierta y el capuchino cómodamente instalado
en el hombro de la joven.
- Pensándolo bien, ahorita me vendría bien una de esas
bananas que comentaste. Puedo oler que llevas unas en tu mochila, ¿qué te
parece si me vas contando los detalles del plan mientras yo como?
Sin esperar respuesta sacó un fruto del bolso y comió con
gusto.
- ¿Hambre? Básicamente sacaré a todos de aquí, documentaré
cómo son tratados para dar a conocer la crueldad que sufren.
- ¿Cómo nos vas a liberar, forzando una a una cada jaula? ¿Después
todos a correr libres como el viento?
- Las jaulas sí, correr no. Tengo un par de amigos que nos
esperan en la cerca del fondo. De allí los van a transportar a un lugar donde
estén seguros y cómodos.
Mientras hablaban de esto, ella iba tomando fotos. Un
pingüino de aspecto triste los miró, suplicante, el frío de ese lugar no se
acercaba ni un poco al que exigía un animal de esa índole.
- ¿Y si te digo que podemos conseguir las llaves de todo el
lugar? Toma este cruce a la izquierda, ahí viene un guardia.
Siguiendo sus instrucciones, llegaron a la cabaña principal
sin toparse con ningún contratiempo.
- Aquí están las copias de las llaves maestras, el otro manojo lo carga el jefe de seguridad. Si te quedas acá yo puedo entrar a buscarlas.
Aprovechemos mi tamaño compacto.
- Yo vigilo, tú entras, vale. Queda una hora hasta que
debamos llegar con todos al punto de encuentro.
El mono logró su entrada mientras Sophia miraba, expectante.
Una luz se encendió en otro cuarto haciendo que mordiera su labio. ¿Y si lo
descubrían? Eso no arruinaba el plan original pero ya le empezaba a agradar el
mini robot. Pasaron 10 minutos, luego 15. Si esperaba más pondría en riesgo
todo, debía seguir.
- Recuérdame no volver a hacer eso justo cuando es la hora
de la merienda. Con el hambre que nos hacen pasar, ellos se mantienen muy bien
alimentados.
- Uff, Latte, me tenías con el corazón en la garganta, creí
que no vendrías.
- No puedo dejarte sola, pequeña. Vamos que ya tengo las
llaves.
Poco a poco fueron abriendo las jaulas de los animales, sin
liberarlos aún. En total eran una docena y debían salir todos juntos.
- Oye, ¿cómo puedo llamarte? Ya casi terminamos y no me has
dicho. ¿Ya te convenciste de mi lealtad? No soy un robot espía, lo prometo.
Se rió divertida con su correcta suposición.
- Me llamo Sophia, puedes decirme S.
- Mucho gusto, S. ¿Ahora cómo llevarás a todos los animales
hasta la cerca sin que los guardias se den cuenta?
- Esa parte del plan no estaba del todo pulida, ¿correr y
cruzar los dedos?
Al terminar de abrir todos los candados sacó un silbato de
su morral, con él atraería a los animales.
- ¿Estás listo?
- Siempre, buena suerte S, necesito que confíes en mí. Dame
10 minutos antes de empezar a correr.
- ¿Cómo?
- Sólo hazme caso, 10 minutos a partir de ahora. Por si
acaso, fue un placer conocerte.
Salió disparado del hombro de la chica, corriendo ágilmente con
sus cuatro patas. Ruidos de persecución interrumpieron la quietud pasados unos
minutos, el capuchino había decidido resolver el problema de los vigilantes.
Cuando la bulla se alejó, Sophia sonó el silbato, los animales la siguieron mientras
corría hacia la cerca. La distracción del mono había funcionado y nadie se
interpuso entre ella y los camiones que la esperaban.
- Hola, Juan – respiró hondo, recuperando el aliento – lo logramos.
El chico que la esperaba, un veterinario en formación,
estaba asociado a una red de protectores de animales. Juntos organizaron toda
esa aventura con el amor por los animales como principal motor.
- Todo gracias a ti, los animales están a salvo, ¿tienes las
fotos?
- Acá están – dijo entregando las memorias.
- ¿Nos vamos ya?
Sophia miró hacia el lugar de su reciente aventura,
renuente.
- Sí, ya es hora de irnos.
Se montaron junto al resto del equipo en los vehículos, su
mirada dirigiéndose nuevamente a la oscuridad. ¿Dónde estaría? En el peor de
los casos, lo habían atrapado, en el mejor, había huido decidiendo olvidarla.
El carro comenzó a avanzar y una parte de su corazón se resintió. No podía ser.
- Ya va, Juan, un momento.
Creyó captar un movimiento y se bajó buscando entre la
naturaleza, ¿podría ser?
- Te dije que al final querría decidir dónde irme, casi me
dejas. – El primate se subió a su brazo mientras le reprochaba.
- Sólo quería asustarte, Latte, aquí estoy.
- No puedes irte sin tu Capuchino300X, S.
- Claro que no, ahora vámonos.
Es así como termina esta hazaña que me contaron, no hace
mucho. Ese zoológico, o circo según la versión que escuches, cerró poco
después. Más tarde se dieron a conocer las condiciones del trato a los animales
y fueron levantados cargos contra los dueños. Nadie supo exactamente qué pasó
con los animales, o cómo. Excepto una chica aparentemente común y su secreto
extraordinario, llamado Latte.
Por si quedaba alguna duda, para ti, S.
Tú, vienes a ser Latte. El cuento que me llevó a dormir feliz.
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