viernes, 17 de abril de 2015

Me gusta

Hola, vengo a contarles un poco de vivir en la generación del "Me gusta". No es una vida terrible, aunque por momentos puede sentirse sumamente vacía. Quizás al leer te des cuenta de como tú también eres parte de mi generación, sin importar tu edad.

Hace más tiempo del que nos agrada admitir, y menos del que algunos podrían suponer, llegaron a nuestras vidas las redes sociales. Con ellas llegaron muchas cosas como los falsos amigos, las irreales pseudovidas, los chismes y una cantidad inmensa de otras cosas en las que me podría extender; pero ese no es mi propósito. Para esas cosas ya habrá nuevamente inspiración y tiempo.

Deseo hablar específicamente del gran poder que trajeron las redes sociales, un poder poco apreciado y altamente malgastado. "Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad" diría el tío de Spiderman. Lamentablemente ni valoramos el poder que tenemos al alcance de un click, ni asumimos la carga que trae. La vida de nuestros ¿500 amigos? ¿Unos cuantos más, unos cuantos menos? Esas vidas están en nuestras manos y lo ignoramos.

Cada publicación pide nuestra atención y, más importante aún, nuestra aceptación. La simpleza de encontrar una notificación donde "a Fulanito le gustó nuestra foto o estado" oculta la satisfacción de saber que esa persona (incluso cuando han intercambiado 4 palabras en persona) está al tanto de lo que eres e, increíblemente, ¡lo aprueba! La falta de "me gustas" nos pone en estado de alerta. ¿Acaso no estoy tan bien fisicamente como debería? ¿No soy lo suficientemente cómic@? ¿No me consideran interesante? ¿Qué tango mal? Un autoestima que se determina por la cantidad de pulgares arriba que recibes.

Esto hace pensar en cómo sabíamos que éramos aceptados antes de toda esta locura, ¿era la sonrisa de los seres que nos importaban suficiente? Volver a eso suena altamente improbable, ya no hay comparación entre un puñado de sonrisas al "Me gusta" de unas pocas personas más.

No estoy libre de pecado, no seré yo quien arroje la primera piedra. Sólo escribo buscando que me lean y anhelo alguien que lo apruebe. Soy una persona más en esta enorme red de expectativas, un personaje nacido y criado en la generación del "Me gusta".

domingo, 12 de abril de 2015

Admirador secreto

La nostalgia inunda mis venas lentamente, gota a gota de este agrio sentimiento a través de una intravenosa que no puedo desconectar. No existe tal intravenosa, es una ilusión de mi mente. Ojalá fuera fácil desconectar mi cerebro.

El tiempo se hace más lento, al igual que mi respiración, pero los pensamientos se niegan a frenar su ritmo y siguen fluyendo con rapidez. Miro los rostros a mi alrededor buscando algo que no conozco pero sabiendo que si lo veo lo reconoceré; anhelando eso que nunca he tenido pero creyendo que ya debo poseer.

Entonces llegas tú, me sonríes y de repente todo se vuelve tan claro que parece increíble no haberlo visto antes. Eras tú lo que le hacía falta a esta vida tan vacía. Me vuelvo un manojo de nervios, no sé qué hacer con este amor que no conocía y tu sonrisa despertó. ¿Y si me acerco para declararte mi amor perpetuo? 

-Hola, quizás no me recuerdes, te he visto muchas veces pero me acabo de dar cuenta lo mucho que te amo. 

Me ves con algo de sorpresa en tus ojos pero noto también cierto brillo, algo de aceptación, que me hace continuar.

-Siempre he creído necesitar algo, los días no cumplen ningún propósito. Te necesito a ti, sólo a ti.

En este punto ya no tengo miedo, las palabras manan con seguridad. Incluso me aventuro a tomar tu mano y a acercarme un poco más.

-No me abandones, no quiero vivir ahora si no te tengo. No sabría regresar a ese mundo del que me has sacado sin proponértelo. ¿Aceptas pasar el resto de tus días conmigo? Y digo tus días porque los míos se acabarían junto a los tuyos.

Nunca había hablado tanto con una persona, lo hago a menudo conmigo, creo que no cuento como persona. Tomo una bocanada de aire y finalizo mi improvisado discurso.

-Me siento con ganas de gritar que eres el amor de mi vida.

Entonces ocurre lo más loco que pude haber planeado, te ríes. No es una de esas risas que te hacen sentir inferior, burlescas. Es una risa propia de alguien que celebra.

-Ya te habías tardado un poco en aceptarlo, ¿sabes?

Sin más palabras nos besamos, sellando una promesa de amor para la eternidad.

Parpadeo un par de veces y tu sonrisa ya no está. Nuevamente he tardado demasiado en dejar salir mi afecto y te has ido. Me prometo dejar de amarte, reconozco que es imposible. Repito, una vez más, que la próxima vez no dejaré pasar la oportunidad. Cual alcohólico que se dice no volver a tocar un trago. Me contento con esas inútiles palabras, mi placebo, y pronto olvido que pudiste ser para mí. El espacio vuelve a aminorar su velocidad y ya no recuerdo que eso que busco eres tú.

sábado, 11 de abril de 2015

Manual del correcto besador

Besar 
Tocar algo o a alguien con los labios juntos y separarlos haciendo una pequeña aspiración, en señal de saludo, cariño, amistad o reverencia.

Si tomas la decisión de besar a alguien, toma primero la decisión de olvidar esta ridícula palabra: timidez. Si un beso es lo que quieres dar, hazlo como si en ese tacto dijeras cada una de tus emociones. No hay nada peor que tener un "te amo" atascado en la garganta y terminar expresando un insulso "te aprecio", así que usa esa arma tan poderosa para gritar tu amor.

Los besos en las mejillas están, muy definitivamente, subestimados. Se reparten como caramelos en halloween. Aparentemente la gente olvidó que los niños buscan caramelos por una razón en especial: el azúcar. Y estos besos en la mejilla que tanto se gusta dar están muy faltos de ese dulce que los hacen tan deseados. Hay que parar con esa tradición sin sabor con unos muy simples pasos. Roza primero su piel con la yema de tus dedos, un contacto delicado que anticipe lo que está por venir. Una vez hecho esto queda lo más importante, y algo que la mayoría pasa por alto, besa su mejilla. Si sus mejillas se están tocando e hiciste ese sonido desagradable en su oído, entonces lo estás haciendo mal. ¿A quién acabas de mandar ese beso? ¿Al aire? ¿A un cachete anónimo en la distancia? Dale un poco de protagonismo a tus labios, ellos sabrán que hacer.

Besar los labios de otra persona puede ser mucho más complejo o tal vez terriblemente simple, depende de cómo se vea. Puede llevar un par de segundos llegar a eso pero se puede sentir como una eternidad. Pregúntate qué deseas transmitir, ¿amor o deseo? ¿Hay deseo en el amor y amor en el deseo? Una vez tengas claro este punto, puedes proceder. Agárrale por las mejillas, el cuello, la cintura, la espalda o por donde te provoque; con fuerza o delicadeza siempre y cuando se sienta adecuado. Hazle sentir que te pertenece y que le perteneces. Despréndete y deja que sean sus labios los que continúen con ese juego tan exquisito. Con premura y descontrol o lento y calmado, bien sea un roce sutil o el choque de dos urgencias fundiéndose. Ya ninguno de los dos es dueño de nada pero a la vez todo es de ustedes. Esos labios, esas lenguas, esos dientes, esas manos, ese amor, ese deseo, todo le pertenece al beso; pero ese beso, eso, es suyo. 

Si vas a besar, sea donde sea, besa, disfruta, siente.

Obvio

Hoy, al verme en el espejo, me cuestioné si era bonita. Deseé preguntarte y al minuto imaginé tu reacción. Rodarías los ojos como diciendo "¿Por qué haces preguntas tan obvias?", sería la misma expresión que harías si te preguntara "¿en verdad me amas?". Una pregunta tonta con una respuesta sencilla, pero para mí no es sencillo ni evidente.

Un día, hace mucho tiempo, quise entender qué era esto que sentía. Al día siguiente comencé a buscar mis síntomas en internet, "¡cuánta idiotez se consigue en la red!" Me dije cuando encontré la respuesta. Me negué a creer que era eso. No pude sacar esa palabra de mi mente, siempre la asocié con gente cortándose. Me alivié recordándome que yo no conocía esos extremos.

Llegó un punto en el que no pude escapar a esa bendita palabra, ese día me "auto-diagnostiqué" depresión. Mi determinación duró poco y la razón me reprochó mi falso papel de psicóloga. Quise ir con uno de verdad y hablarle de mis sentimientos. En mi mente había un escenario que me asustaba: La persona, sin rostro, se burlaba de mis pensamientos infantiles y yo, avergonzada, salía para no hacerle perder el tiempo. La alternativa no era mejor, todo lo contrario, me daba pánico imaginarla. Nuevamente una persona sin rostro, esta vez sin risas, y dos simples palabra: "es depresión". Decidí no visitar a nadie. Hacía mucho esfuerzo ocultando todo eso que me agobiaba, ¿cómo ocultaría una visita al psicólogo y la verdad detrás de ella? Era mejor callar.

Siguieron muchos días de sube y baja; así como podía estar 100% convencida de mi autodiagnosticada depresión, también podía estarlo de tener todo bajo control y sentirme perfectamente bien. Creí estar loca. No hay palabras que describan satisfactoriamente lo mal que me sentía en mi propia piel, nada de lo que era me parecía correcto.

Es lindo hablar en pasado y fingir que ya todo pasó. No ha terminado. Todavía hay días (menos que antes) en los que no me parezco suficiente, días en los que me pregunto si debí ir con un especialista (¿hubiese cambiado algo con esto?) y, sobre todo, hay días en los que la palabra depresión me acosa. No quiero que veas esto como algo terrible, es normal, a pesar de todo, no soy la única que se siente así. Hoy no estoy triste, hoy verte fue razón suficiente para sentirme feliz. Sólo no te agobies si mañana no lo es. Por los momentos quería explicarte mis preguntas y recordarte que para mi no es tan obvio.

PD: ¿Soy bonita?