jueves, 7 de abril de 2016

Microrrelatos: Básicos


Todos menos uno de los presentes sabía lo que estaba pasando, cuando la segunda cachetada resonó en todo el lugar su rostro pasó de la conmoción al enojo. Por si fuera poco, la música dejó de sonar dando énfasis al penoso espectáculo. 

– Esta es la tercera y última vez que me haces algo como esto – le dijo con un tono de voz tan bajo que, de no ser por el silencio sepulcral, nadie habría escuchado.

La música siguió sonando y el alcohol fluyendo, como si nada. 

¡Qué cosas se ven en un bar a estas horas! 



Contemplé su rostro, que irradiaba felicidad. Su sueño hecho realidad, ¿cómo no ser feliz? La casa era como la habíamos imaginado, antigua pero con encanto. Blanca, tejado a dos aguas formando un triángulo, un porche de madera y a poca distancia un estanque. El interior reflejaba su sencillez: los muebles necesarios, como decoración alguna que otra foto familiar y sus amados cuadros. Desde pequeña comenzó a pintar y ahora gracias a ello tenía tan bello hogar. 

Colocó su copa de vino sobre el portavasos circular, solté una risa. Siempre tan ordenada. Lamentablemente no podía escuchar mi risa, nunca podría.


A todos nos ha pasado que llegamos a ese punto en el que toca decidir, para continuar con vida. Porque estar estancado solo es sobrevivir. El equipaje ya estaba hecho, no necesitaba más que esas maletas.

Bifurcaciones separan dos mundos que, en apariencia, no tienen nada en común. ¿Quién podría asegurar que eliges la correcta? Despedirse de todos fue lo más difícil, sin duda alguna, por pocos que fueran.

Caminar, escoger, existir. Verbos en infinitivo, decisiones que parecen infinitas. No hay vuelta atrás ni arrepentimiento que valga. La voz detrás del altoparlante hizo el último llamado, hora de abordar.




Corría, como siempre últimamente. No había nada que me motivara a huir, a menos que consideres suficiente no tener razón para quedarte. Tenía los ojos rojos. Estúpida brisa, pensé, aunque tenía rato llorando. 

Tropecé y mi cabeza conoció el pavimento. ¿Podía morir de un golpe en la cabeza? Es posible, pero no pasó. Me quedé acostado, feliz. Ahora tenía un motivo para quedarme, esa caída.

No recordaba si amanecía o atardecía, esa hora formaba una bella tonalidad en el cielo, amarillento. Me fijé en una valla, grandes letras blancas sobre un fondo azul rezaban: “Sonríe, no estás solo”.

8 comentarios:

  1. Holaaaaa, ¡escribes super bien! Me ha encantado tu relato, la forma en que transmites, la sencillez, y a la vez, todo lo que haces sentir. Pareces estar allí. De veras, me ha encantado :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario, siempre que narro algo (sin importar lo que sea) intento pensar cómo me sentiría en esa situación. Saber que funciona, que alguien lo disfruta, me llena de felicidad.

      Eliminar
  2. «Me quedé acostado, feliz. Ahora tenía un motivo para quedarme, esa caída». ¡La gran filosofía del caer, admirar y levantarse.
    Buen post, sobre todo esa última frase :3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias! Muchas veces al caer olvidamos que primero tenemos que aprender una lección antes de levantarnos, creo que con esa frase me lo recordé a mí misma.

      Eliminar
  3. debo de confesar que me quedo con el primero, no es que los demás no me hayan gustado, tus relatos son muy buenos, pero el primero, no sé, tal vez fue la sencillez del momento a redactar, pero me encanto demasiado :3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi favorito fue el último, ¡tiene ese sentimiento agridulce que me encanta!

      Muchas gracias por tu comentario :D

      Eliminar
  4. Cortos pero enormes :D
    La verdad todos tienen lo suyo ni como escoger algunos XD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Elegimos de forma madura,¡tin marín de don pingüé! Jajaja gracias

      Eliminar